domingo, 5 de abril de 2015

OTRA VEZ SÁBADO
Hace unos días revolviendo libros en una librería - en busca de uno que no encontré- me tropecé con un pequeño librito que puede considerarse de viajes, aunque en realidad, su mensaje es muy otro. Se trata de las experiencias de una afortunada mujer que ha dedicado gran parte de su vida a viajar, no para conocer otras culturas o ver paisajes diferentes, o cualquier otra cosa que sea lo que nos motiva a emprender viajes. En el caso de esta mujer lo que la ha motivado, según nos cuenta, ha sido llenar una caja de recuerdos de los que disfrutar cuando la vida la detenga. Nos cuenta que, con la caja ya bien llena, un día haciendo repaso, encontró su colección tan hermosa, que decidió compartirla y se puso a describirnos lo que, para ella, había encontrado por el mundo digno de ser guardado en su preciosa caja.
Esto, conscientemente o no, en definitiva lo hacemos casi todas las personas. Mientras ojeaba el librito me sorprendí haciendo inventario de mi colección de recuerdos, que no sólo para una caja, dan para un baúl, y también descubrí
que en mi caso, tengo guardados recuerdos de experiencias vistas y vividas, y además tengo una colección muy importante y que quizá se pueda catalogar de capítulo independiente, de sueños, sueños, no realidades, sueños que nunca han sido y que lo más probable, nunca serán, pero como son pasados, pero no olvidados, tienen su lugar en el baúl y son tan hermosos, que bien vale la pena volver de cuando en cuando a ellos, como si de un cuadro único se tratara, colgado en las paredes de un museo y al que periódicamente le hacemos una visita.
Y otra colección, que es una joya, de sonrisas. Sonrisas puestas en rostros queridos y otras en caras desconocidas, a las que por alguna circunstancia fortuita, he sido capaz de proporcionar un fugaz segundo de felicidad o agradecimiento. Sonrisas infantiles de esperanza, de triunfo, de complicidad, que a mí me hacen sentir la alegría de estar viva.
Sonrisas amigas de ánimo, de fraternidad, simplemente de presencia.
Y otra pequeña colección, quizá la más valiosa por escasa, de silencios compartidos, de esos silencios tan completos en los que sobran las palabras.
Pero y sobre todo, tengo en la parte de arriba del baúl, mi colección de proyectos. En estos me detengo cada día, por eso los tengo siempre a mano, para pulirlos, agregar alguna novedad y en alguno de ellos -los menos- en vez de poner, quitar. Que a veces, menos puede ser más.


4 de abril de 2015
Concha Kartio

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