Dedicado a una gran mujer, a tí.
Caminaba
rozando a cada paso las semillas que había sembrado a lo largo de su vida.
Se le dibujaba una sonrisa con cada susurro que le venía a la mente de las
experiencias vividas y nunca podía olvidar lo que la había llevado a aquel
lugar, a aquel momento, a aquellas circunstancias, momentos duros y felices que
le habían acompañado a lo largo de su viaje.
Soñaba, todavía, con la esencia de lo que estaba por llegar y por mucho que se alejara de sus metas, siempre había una nueva propuesta para inventar que la llenara de gozo, de ilusión, de vida.
Soñaba, todavía, con la esencia de lo que estaba por llegar y por mucho que se alejara de sus metas, siempre había una nueva propuesta para inventar que la llenara de gozo, de ilusión, de vida.
A veces, se desprendía de sí misma, y hubiera
querido ser otra, en otro cuerpo, en otra mente, en otro lugar, tal y como nos
ha pasado a todos en algún momento de nuestras vidas, pero por mucho que se
torcieran los entramados que nos da el camino, resurgía de sus propias cenizas
y se reinventaba hasta llegar a ser lo que ni ella misma creía, la perfección
hecha mujer, de carne y hueso, de sentimientos a flor de piel y de fuerza hecha
coraje, de instinto de supervivencia y profesionalidad en todas las facetas que
emprendía, de amor y de comprensión hacía los suyos, de alabanzas a los que
apreciaba, de sabiduría, de saber estar y estar en cada momento.
Sí, esa era ella, con su mirada profunda que
desprendía sinceridad, su sonrisa ajena a las tristezas, aunque las hubiera, y
su pelo corto al natural que le daba un aire desenfadado y atractivo, ella, la
que seguía y sigue caminando segura por las andanzas caprichosas de su destino
hacía un universo desconocido lleno de esperanzas y nuevas aventuras, ella, Maria Nieves Gómez Crespillo.
Gracias
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