
Soñar despierta parece un ejercicio que tiene que ser fácil; total, como
nadie manda en tu mente, la diriges adonde tú quieras. No es así,
incluso hay veces que es casi imposible. Cuando nuestros sueños se
apartan mucho de la realidad que nos toca vivir, el hecho de soñar,
puede resultar una tarea sumamente dolorosa; enfrentar lo que vives con
lo que quisieras vivir, es tomar conciencia en ciertos casos, de que
estás caminando por el filo de la navaja, sin se
ntido
práctico y sin posibilidad de éxito. Hasta algo tan íntimo y personal
como pueden ser los sueños, hemos de procurar mantenerlos con cierto
control sobre ellos si queremos conservar la necesaria estabilidad
emocional para que nuestro día a día no se nos escape de las manos. Con
esto no pretendo desanimar a nadie a que se entregue a la hermosa tarea
de soñar. Muy al contrario, si no soñamos no tendremos ninguna, o casi
ninguna posibilidad de mejorar el mundo; el mundo, para bien y para mal,
está en manos de los soñadores, así que tenemos la obligación de
soñar, pero poniendo riendas a nuestros sueños para que disfrutemos de
ellos, y si es posible, podamos ofrecérselos, aunque sólo sea a nuestro
entorno más cercano, porque cuando se sueña en mejorar el mundo, es
conveniente hacerlo con humildad, sabiendo que a gran escala, se corre
el riesgo de que la cosa se transforme y terminemos metiéndonos en el
extremo opuesto. Así que soñemos, pero en vez de sueños mastodónticos,
muchos sueños pequeñitos, que ya habrá tiempo de irlos cosiendo para
hacer con ellos un trabajo de pascht work, como las colchas de nuestras
abuelas, que de paciencia sabían mucho más que nosotras.
Concha kartio
No hay comentarios:
Publicar un comentario